NAVEGANTE ¿HAY CAMINO?

Veo apática mi intención pecaminosa de una presumida pero abatida victoria.
Miro rigurosamente cada uno de esos duros e imperceptibles votos.
Puede ser que cada una de las decaídas proporciones de la vida, que castigan longitudinalmente cuando en el intercambio de identidades te figuro en las ciencias inexactas de cada uno de los pregoneros de eso asqueroso y pecaminoso que se intercambia. No puedo lograr hilar precipitadamente cada uno de los enfrentamientos dulces de esta ironía. La inocencia se me presenta de madrugada, anárquica y morbosa en la tomada áspera y morbosa mañana.
Cuando temerosa me tomo aquellas atribuciones incorruptas de los soles, me pongo en eso que no solo me asusta, sino que además me pone mucho más que alerta.
Presurosa se va la belleza mayoritaria, de la dominación de la arbitraria y pagana elección.
Nunca, me gusta decirlo pero no es cierto, nunca pude entender ese que solo vos entendías.
En esos rulos de tristeza me encuentro dentro de abatimientos tecnológicos que lo único que hacen es perderse en ese mar de sonrisas de manos en la nuca engañosas, de perdones celestiales y paranoia diaria.